El Passat
Por Pedro Barahona
8 de agosto 2021
Por Pedro Barahona
8 de agosto 2021
Hace más de cincuenta años se encuentra anclado el último clipper, velero de cuatro palos que navegó el pacífico cruzando el Cabo de Hornos. Se trata del velero Passat.
En la última navegación que tuve en el Báltico, decidí visitar el velero Museo Passat.
Se encuentra en Travemünde, para ser más exacto en Priwall que forma un canal de navegación. A la entrada del canal se puede observar el faro de señalización color verde y por el lado de babor se aprecia el majestuoso clipper de cuatro palos.
Travemünde pertenece a la ciudad Hanseática de Lübeck y el clipper se halla anclado en una marina turística, rodeado de un comercio marinero y amarres para embarcaciones de recreo. Desde el otro lado de la isla se debe cruzar con un transbordador para alcanzar Priwall.
Es un espectáculo ver los cuatro mástiles con sus vergas que descansan en cada mástil.
Al llegar al costado del velero y comenzar a subir su portalón, sentí como que cruzaba un portal del tiempo y viajaba hasta comienzos del siglo XX.
Historia del Passat
El propietario fue Ferdinand Laeisz (Hamburgo). Una familia que decidió formar su propia Cía naviera para transportar su carga. A estos Clipper se les conocía como “Flying-P-Lines”.
La construcción del Passat fue entregada al astillero Blohm & Voss.
En 1911 se terminó de construir la embarcación y en noviembre del mismo año realizó su primer viaje inaugural a Chile. El Passat era un velero de carga a granel y desde Chile cargaba salitre para ser usado como fertilizante y explosivos.
Por primera vez el Passat debía someterse a la prueba más grande de un velero, cruzar el temeroso Cabo de Hornos y desde ahí a la costa del pacífico para recalar en el puerto de Valparaíso.
El capitán Wendler ordenó arriar las velas. Solo entonces comprendió qué tipo de nave tenía entre sus manos.
El Passat cruzando el Cabo de Hornos, Chile.
Kurt Grobecker escribe, acerca del viaje inaugural:
… “Solo en la práctica se descubre de que es capaz un velero. Si el barco se doblega a la voluntad de marineros experimentados, si el marinero prefiere exponerse incondicionalmente al juego mortal de las fuerzas de la naturaleza, o si obedece a los hombres que, con su experiencia y coraje de desesperación, son capaces de aprovechar al máximo las fuerzas de la naturaleza para hacer todo lo que esté a su alcance para evitar la desgracia. Todo eso solo demuestra que la teoría y la práctica están muy alejados en el mar.”
La dotación fue de 36 tripulantes, entre ellos el capitán, oficiales de cubierta, cocinero, carpintero, herrero, fabricantes de velas y hombres de cubierta.
La duración del viaje inaugural fue de 80 días hasta anclar en la bahía de Valparaíso.
La ruta del Passat fue Chile, por muchos años.
Al estallar la primera guerra mundial en 1914, el Passat quedó atrapado en el puerto de Iquique y no pudo regresar a Alemania hasta 1921.
El barco pasó a manos de los franceses como pago de reparación.
Como Francia no le dio un uso al velero, F. Laeisz pudo comprar su antiguo barco para el comercio del salitre.
El año 1925 el Passat fue reconstruido por primera vez para dar instrucción a los futuros oficiales de la marina mercante.
Durante la crisis económica mundial, Laeisz vendió el Passat a un armador finlandés, quien lo utilizó para el transporte de trigo y hasta 1939 realizó siete viajes a Australia bajo la bandera finlandesa.
Ese mismo año (1939) ancló en el puerto de Mariehamn, debido a la segunda guerra mundial.
El año 1944 fue remolcado a Estocolmo, donde sirvió de granero hasta 1947.
El año 1951 la Cía. que había adquirido el Passat decidió que el Clipper debía ser desguazado en Amberes, lo que no ocurrió gracias al capitán Helmut Grubbe, quien convenció al armador alemán Heinz Schliewen que comprara el velero.
El año 1951 llegó a Travemünde bajo bandera alemana. Le fue instalado un motor diésel de 1000 CV, para facilitar la maniobra de atraque.
Se convirtió en un barco escuela de carga y el año 1952 navegó nuevamente a Sudamérica, pero esta vez solamente tocaba los puertos de Montevideo y Buenos Aires.
El año 1957 realizó el último viaje a Sudamérica y en 1959 la ciudad Hanseática de Lübeck adquirió el Passat y lo puso a disposición de la escuela Marítima de Schleswig-Holstein como barco escuela.
Hasta el año 1965 se formó a unos mil grumetes para la marina mercante alemana.
Desde el año 1966 el Passat se utilizó para fomentar el deporte náutico en el mundo. En el año 1978 pasó a ser un velero museo hasta el día de hoy, que es visitado por muchas personas y amantes de la navegación.
Reencuentro con el pasado
Al pisar la cubierta del Passat, un graznido de un ave marina hizo retroceder el tiempo y recordar a estos viejos marinos, lobos de mar, desafiando la naturaleza del Cabo de Hornos.
Podía sentir el silbido de las grandes olas, golpeando el rostro del marino timonel aferrado firmemente a la caña de gobierno. Los pilotos y el capitán, atentos a cada maniobra del Passat para no ser abatido a estribor.
Mis pasos en la cubierta son lentos y puedo observar la jarcia y el flechaste desgastado por aquellos grumetes que un día alcanzaron la verga del palo mayor.
Las visitas son muchas, pero cuando un marino pisa por primera vez la cubierta de este clipper, no puede dejar de pensar en las navegaciones que este histórico barco debió enfrentar y los cientos de marinos que con sacrificio forjaron su carrera de oficial mercante aquí.
Me imagino a los marinos de inicios del siglo XX, navegando con rumbo norte después de haber cruzado con éxito el Cabo de Hornos, sin dejar de anclar en el primer puerto de Chile.
Valparaíso era el reencuentro de aquellos marinos alemanes, ingleses, noruegos y holandeses. Toda la bahía del viejo puerto se hallaba repleta de veleros de cuatro palos y de los primeros barcos de vapor.
La brisa marina es el aire que respiro y despierto contemplando la vaguada costera que cubre la bahía del puerto que me vio nacer. Es el aroma del tabaco que se desprende de una pipa de algún marino europeo, caminando por las calles empedradas del puerto.
No estoy en ese viejo puerto, es el recuerdo que vive latente en mi subconsciente.
Puedo caminar sobre la cubierta del Passat y tocar el flechaste desgastado de las subidas de la marinería.
Este velero tiene una gran historia que lo liga con Valparaíso, de lo contrario hubiera sido recordado como uno de los tantos clipper de aquella época.
El pacífico y el cruce del Cabo de Hornos es el reconocimiento a estos grandes marinos.
La visita termina en la cubierta del barco, pero solamente me queda preguntar si aún existe algún marino de aquella época que se encuentre con vida.
El último grumete del Passat
Después de visitar el Passat, los fantasmas de esos marinos me acompañaron en mis pensamientos por algunos días. Es ahí que quise saber más de sus vivencias y para ello necesitaba entrevistar a algún oficial o marinero que hubiera sido dotación de ese magnífico velero de cuatro palos.
En casa estuve investigando y pude dar con un libro acerca del último viaje del Passat a Sudamérica, escrito por el Capitán Uwe Hansen.
Después de una gran búsqueda supe que el Capitán Hansen había fallecido hacía tres años.
Pero como los porteños no se rinden, proseguí con mi investigación, esperanzado por encontrar algún otro marino que hubiese alguna vez tripulado esa nave y eureka, di con el Capitán Klaus Grope, quién realizó el ultimo viaje del Passat a Sudamérica como Grumete el año 1957.
Una vez que me contacté con él, este gentil Capitán sin vacilar me invitó a su casa, la que se encuentra a unos 50 km del barco Museo Passat.
Ese mismo día lo visité, ya que me encontraba por segunda vez en el Passat.
Al llegar a su casa Klaus muy cordial me saludó y me hizo pasar al living. Sobre una mesa de centro tenía algunos álbumes fotográficos y carpetas con documentos, que ilustraban toda su carrera marítima, desde grumete a capitán.
Durante la entrevista le mostré el libro de Uwe Hansen, al hojearlo se topó con una foto donde aparece un grupo de jóvenes y exclamó ¡Ah, ahí está Uwe y aquí también estoy yo! Sus ojos brillaron de alegría.
En aquella época después del término de la guerra era casi imposible conseguirse una plaza para aprender un oficio.
Mi padre me dijo ¡puedes tener un aprendizaje como minero o ir a la escuela para marinos! Yo decidí ir a la escuela de marinos.
La formación en Alemania de un marino mercante en aquella época era de la siguiente forma:
Primero debías embarcarte como Leichtmatrose (grumete) y después como vollmatrose (marinero experto). El proceso duraba dos años.
A finales del siglo XIX a los aprendices de marinero se les designaba el nombre de Moisés, era como decir «joven de cubierta» (Decksjunge) para su primer año de aprendizaje.
En los años cincuenta era difícil entrar a la marina mercante y Alemania que tiene una tradición marinera debía fortalecer nuevamente esa marina.
La selección de los postulantes en Priwall se basó en las buenas calificaciones en el área científica (matemáticas y física) y poseer una salud compatible con la vida en el mar.
La idea era completar una enseñanza como marinero para después convertirse en oficiales náuticos y capitanes.
La enseñanza se basaba principalmente en una sólida formación científica, deportiva (el remo y la natación) y el desarrollo de habilidades blandas como la limpieza y puntualidad.
Además, se debían aprender los trabajos de maniobra en cubierta, como hacer nudos, costuras de cabos, coser velas y el trimado de las velas. Todo esto era la base para ser un buen marino.
Los instructores de la escuela eran capitanes, oficiales de cubierta, contramaestres y personal especializado.
Al completar los dos años de enseñanza y la obtención del certificado que acreditaba el grado de marinero, se debía uno embarcar en una nave como marinero por un año.
Una vez terminado ese tiempo de embarco, se cumplía con los requisitos para poder postular a la escuela náutica y de esa forma seguir la carrera de oficial de cubierta.
Finalmente quiero decir que los años que viví formándome como marino y después ejerciendo mi carrera profesional, fueron maravillosos y si nuevamente tuviera que elegir una carrera, sin duda alguna volvería a ser marino.
Entrevista a Klaus Grope
¿Cómo se formaba un oficial de cubierta?
Un día de Navegación
Al comienzo de un viaje, todos los grumetes son asignados a un sistema de guardias, las que están conformadas por grupos de 14 jóvenes. Las guardias son de cuatro horas.
Cada guardia tiene un vigía que hace rondas recorriendo toda la cubierta y debe reportar al oficial de guardia sus avistamientos sobre barcos, balizas, boyas señales de niebla y cualquier peligro para la navegación.
Por la noche él debe comprobar las luces de posición y despertar a la nueva guardia.
Desde la sala de gobierno (cabina donde se llevan las cartas de navegación) suenan cuatro golpes dobles del reloj de vidrio. El timonel repite los 8 repiques de campanas para confirmar el cambio de guardia.
Lo mismo se repite desde el castillo, seguido del cantar del vigía ¡Auf der Back ist alles wohl und die Lampen brenen! (Todo está bien en el castillo y las lámparas están encendidas). Los guardias gritan ¡Gode Wach-Gode Ruh! (buena guardia – buen descanso) y así termina la guardia cantada por el vigía.
Hoy tenemos mar calma y nuestro barco se desplaza a través de un pequeño oleaje. El timonel da una pequeña mirada al compás y observa la manga de viento para mantener el rumbo a navegar.
Se navega de acuerdo con el rumbo del compás con pequeñas caídas de timón para mantener el rumbo.
El Floegel (persona encargada de trasmitir la orden del oficial de guardia) ayuda al timonel de acuerdo con las órdenes del piloto, cuando existe un cambio de dirección del viento y así mantener el rumbo.
Cuando se navega con temporal se encuentran cuatro timoneles para gobernar y mantener la rueda de gobierno controlada. En el compás se encuentra otro marinero encargado de ir verificando el rumbo a navegar.
Es un trabajo bastante duro gobernar con mal tiempo, mojados por la lluvia y las olas que te golpean el rostro, pero así se aprende a ser marino.
Hemos aprendido que las órdenes deben ser claras y debe haber un sistema de verificación para asegurar que se trasmitan y ejecuten correctamente y de esa forma evitar errores y malentendidos. Un ejemplo de ello es el siguiente:
Oficial de guardia: ¡Timón a estribor quince grados!
Timonel: ¡Timón quince grados a estribor!
Cuando se navega en latitudes más cálidas y de buen tiempo, se debe hacer cambios de velas, eso significa subir por los flechastes para alcanzar las vergas. Se requiere cautela, habilidad, fuerza y resistencia.
Llevamos cinturones de seguridad y el contramaestre siempre está observando a cada uno de nosotros. Realizar ese trabajo de noche requiere más cautela.
Antes de pisar el marchapié se debe advertir a los demás. El Contramaestre siempre nos dice ¡no olvidar de advertir a sus compañeros que van a descansar sobre el marchapié!
La sensación de un accidente, a veces se apodera de nosotros acompañado de náuseas.
Durante el viaje ganamos seguridad, confianza, experiencia y reconocimiento.
Tenemos clases teóricas en cubierta y repasamos cada maniobra para aquilatarla. Nos enseñan maniobra, navegación y a trabajar en equipo.
Nuestro tiempo libre lo pasamos en cubierta repasando las materias enseñadas. Nos hacemos preguntas acerca de nuestros temas favoritos. Para muchos es la navegación.
Algunos grumetes llevamos un diario meteorológico, donde registramos meticulosamente la temperatura del aire y del agua, dirección y fuerza del viento, estado del mar y tipos de nubes.
Las tareas marineras son muchas. Debemos dar mantención a los aparejos y eso se hace con alquitrán líquido para engrasar cada cable. La cubierta de madera debe ser calafateada.
Se hacen trabajos de carpintería y debemos aprender a reparar velas. Las velas son muy pesadas y se necesitan ocho personas para transportarlas.
Todo esto se aprende de un marino experto que trasmite sus conocimientos y experiencias a los marinos novatos.
Han pasado muchos años de esa última navegación del Passat a sudamerica, pero lo que aprendí ahí me ha acompañado en toda mi carrera como capitán mercante.
Estoy jubilado y al ver las fotos del Passat vuelvo a surcar las aguas en ese noble clipper.
La despedida
Klaus: Me ha dado mucha alegría que un piloto de la marina mercante de Chile se interese por la historia del Passat.
Pedro: Espero volver a verte Klaus.
Klaus: Somos colegas y espero volver a verte Pedro.
Nos dimos un abrazo y al separarme de él levanté mi gorra de marino y él respondió también con el mismo gesto.
¡Ahoi Klaus!
¡Ahoi Pedro!
Comentarios
- Para competir en este mundo globalizado nuestra fortaleza se encuentra en el mar.
- Chile es un país marítimo y como tal debe educar a sus jóvenes en las actividades del mar, entre ellas los deportes náuticos.
- Tus comentarios y sugerencias son importantes para nosotros.
Pedro Barahona De La Fuente

Piloto Marina Mercante Nacional.
Capitán Deportivo Costero Chileno.
Capitán Deportivo Alemán.
Licenciado en Educación Superior.
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3 comentarios
Felicitaciones Pedro por el artículo muy interesante de nuestro pasado, me alegro te hayas dado la oportunidad de visitar el Passat y compartir su historia y fotos con nosotros, muchas gracias, lo leeré con calma.
Una excelente historia, siempre escribes historias maravillosas de la Marina Mercante.
BZ.
Saludos amigo
William
Estimado Pedro.
Felicitaciones por tan interesante publicación sobre el velero Passat.
Ya que eres un experimentado marino e investigador, quisiera consultarte si el velero Passat es similar al velero d Priwall, donado a Chile por Alemania y que posteriormente se transformó en Buque Escuela Lautaro de la Armada de Chile.
Ambos veleros fueron construidos por Blohm & Voss.
Mucho agradecería tus comentarios.
Atentos saludos y felicitaciones.
Rodrigo Barraza Naranjo.